Desde una perspectiva territorial y con un enfoque
integral, la agricultura familiar[1] engloba cinco
elementos básicos para la producción de alimentos: 1) las personas/familias; 2)
el suelo; 3) el agua; 4) las semillas; 5) los residuos orgánicos y la composta;
y 6) otros recursos naturales que son la base para la producción agropecuaria, pesquera,
forestal, pastoril y acuícola. La agricultura familiar y
campesina promueve la gestión adecuada de los recursos naturales y una
agricultura basada en la sustentabilidad y la conservación y regeneración de
suelos. Por tanto, los suelos y la agricultura familiar están vinculados desde
el origen y no deben ser considerados como conceptos separados.
En ese entendido, la
Red Mexicana por la Agricultura Familiar y Campesina (RMAFyC), reunida en la
Ciudad de México en ocasión de su novena sesión de trabajo, reafirma su
compromiso de contribuir con el objetivo del Año Internacional de los Suelos
(AIS-2015) de lograr que los agricultores, en conjunto con las instituciones
públicas, el sector privado, los centros de investigación, la academia, las
organizaciones de la sociedad civil y la población mexicana en general, sean
conscientes del papel de los suelos como un recurso estratégico para la
seguridad alimentaria, la nutrición, la garantía y realización del derecho a la
alimentación, la reducción de la pobreza, el hambre y la mala nutrición, la
adaptación y mitigación al cambio climático, la promoción del desarrollo
sustentable y la preservación de los recursos naturales; poniendo de relieve que
la promoción de la agricultura familiar y la conservación de los suelos en
México son parte de un mismo fenómeno.
Los suelos son
fundamentales para la producción de alimentos; proveen sustento a los
ecosistemas; representan una fuente de materias primas; filtran y almacenan
agua; constituyen un amortiguador ante las inundaciones y otros efectos del
cambio climático; resguardan el patrimonio geológico, arqueológico y cultural; y
dan soporte a las actividades humanas en general. La disponibilidad, acceso,
utilización y estabilidad de la seguridad alimentaria y nutricional dependen en
gran medida de las condiciones de los suelos.
Suelos sanos y bien
gestionados (desde el punto de vista agronómico, social y político) permiten la
producción sostenible y suficiente de alimentos; constituyen la base donde se
desarrolla la pequeña agricultura que produce alrededor del 40% de los
alimentos que se consumen en México; contribuyen a tener alimentos inocuos y un
medio ambiente adecuado que permite la estabilidad de sistemas alimentarios
saludables y culturalmente apropiados.
Además, el estado de
los suelos repercute directamente en las actividades sociales y culturales que
se desarrollan en torno a la agricultura familiar; así como al derecho de los
pueblos a decidir sus propios modos de vida en torno a la agricultura, la alimentación
y la defensa de sus territorios y su patrimonio natural y cultural.
Del total de la
superficie del país, sólo el 14% tiene
capacidad agrícola, pues se trata de suelos muy proclives a la erosión y poco
adecuados para la explotación[2]. Sin embargo, los
resultados del Censo Agropecuario 2007 del INEGI indican que más del 16% del
territorio mexicano está dedicado a la agricultura, por lo que el recurso suelo
está sobreexplotado.
Aunado a lo anterior,
los efectos del cambio climático, la sobreexplotación y contaminación de los
suelos y el agua, la falta de aplicación de tecnologías y prácticas agrícolas
sustentables, la extensión de monocultivos, la expansión de la frontera agrícola
y el crecimiento de los asentamientos urbanos, entre otros aspectos, agravan
aún más la situación de vulnerabilidad de los suelos en el país y de la
agricultura familiar que en ellos se desarrolla.
Como consecuencia,
más de la mitad de los suelos mexicanos están sujetos a procesos de erosión
hídrica y prácticamente todos se enfrentan a la erosión eólica[3]. Adicionalmente, el
uso indiscriminado de agroquímicos y maquinaria agrícola han incrementado
problemáticas relacionadas con la contaminación de suelos y mantos freáticos, salinización
y compactación de los suelos, además de las emisiones de gases de efecto
invernadero (GEI) a la atmósfera. De acuerdo con el Instituto Nacional de
Ecología y Cambio Climático, 64% del territorio mexicano muestra algún tipo de
degradación; a su vez, 70% de esta cifra es degradación de moderada a extrema,
donde la fertilidad del suelo se encuentra reducida fuertemente[4]. Por otro lado,
entre 1990 y 2005 se perdieron 4.8 millones de hectáreas de bosque para
incorporarlas al sector agropecuario[5], situación que
además de afectar a la biodiversidad de los ecosistemas nativos, provoca serios
problemas de erosión y una disminución de la fertilidad de los suelos.
Existe, además, un
conflicto a nivel territorial entre los agricultores y sus organizaciones, los
desarrollos inmobiliarios, las autoridades locales, las dependencias federales
(del sector agropecuario, ambiental, turístico y de desarrollo urbano) que
genera lógicas de competencia entre la producción de alimentos, la conservación
ambiental, el crecimiento urbano, la industria extractiva y los proyectos de infraestructura en materia
de cambio de uso de suelo. Los suelos que forman parte de la agricultura
familiar y campesina son afectados por este conflicto, lo cual se ve agravado
ante la falta de derechos de propiedad bien definidos.
En este contexto, la
Red ve con preocupación la falta de un marco jurídico-institucional claro y
accesible para los agricultores familiares, que contemple la debida coordinación
inter-institucional y multi-actoral desde los espacios locales y que se enfoque
a la preservación, recuperación y aprovechamiento sustentable de los suelos
para que éstos cumplan su propósito fundamental de alimentar saludablemente a
la población. Asimismo, se constata la falta de instrumentos de política con
una visión territorial integral, que puedan coadyuvar al fortalecimiento de la
agricultura familiar como sector estratégico para lograr la seguridad
alimentaria y la protección y conservación de los suelos a partir de los
saberes y conocimientos locales y tradicionales.
En el marco del Año
Internacional de los Suelos 2015, la Red Mexicana por la Agricultura Familiar y
Campesina busca posicionar propuestas de incidencia política para mejorar el
estado de los suelos en México. En este sentido, la Red:
· Celebra el establecimiento del Año Internacional de
los Suelos y reafirma su compromiso de participar activamente en las
actividades del AIS-2015 en el país.
· Llama a la FAO, el CIMMYT, el Foro Rural Mundial, el
Comité Regional de Agricultura Familiar de América Latina y el Caribe y otros
Comités Nacionales de la región a seguir posicionando en la agenda pública la
estrecha relación que los suelos tienen con la agricultura familiar.
· Propone realizar una actualización del diagnóstico
sobre el estado de los suelos en México; resaltando la importancia de la
agricultura familiar y campesina.
· Exhorta a las autoridades, legisladores y tomadores de
decisiones a generar espacios participativos para la elaboración de propuestas
de legislación e instrumentos de política pública con enfoque territorial para
la conservación y protección de los suelos, que contemplen la generación de
programas para la recuperación, conservación y aprovechamiento sustentable de
los suelos; la gestión participativa de suelos; facilitar el acceso a la tierra
por parte de los agricultores familiares, especialmente de las mujeres, los
jóvenes y las comunidades indígenas.
· Hace un llamado a la discusión participativa y
aprobación de una Ley General de Suelos en México.
· Reafirma su compromiso para revalorar los saberes y
conocimientos tradicionales de los agricultores familiares; resaltando el
importante papel de los campesinos y la sociedad civil para la generación de
propuestas de política pública desde los espacios locales.
· Plantea la necesidad de impulsar acciones de capacitación
y sensibilización de agricultores, extensionistas, tomadores de decisiones y la
sociedad en general sobre la importancia de los suelos para la agricultura
familiar y la seguridad alimentaria.
·
Se pone a disposición de la FAO, el CIMMYT, el Foro
Rural Mundial, el Comité Regional de Agricultura Familiar para América Latina y
el Caribe, las instituciones mexicanas y otras entidades vinculadas al AIS-2015
en México y la región para desarrollar las acciones correspondientes.
Ciudad de México, D.F., 29 de abril de 2015.
[1] Agricultura familiar, campesina, indígena y
afrodescendiente.
[2] Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales,
“Suelo” en Cruzada Nacional por los Bosques y el Agua, México, 2009,
<http://cruzadabosquesagua.semarnat.gob.mx/vii.html>.
[3] Universidad Autónoma Chapingo, “Tendencias de la
agricultura”, en Red Interinstitucional de Investigación en Horticultura, secc.
Diagnósticos, México, octubre, 2008, <http://www.chapingo.mx/horticultura/red/PDF/diag/Diag-Fitotec-ver%201-Chapingo.doc>.
[4]Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático
“Suelos”, <http://www2.inecc.gob.mx/publicaciones/libros/411/cap3.pdf>.
[5] CEPAL (2008), Agricultura,
desarrollo rural, tierra, sequía y desertificación: resultados, tendencias y
desafíos para el desarrollo sostenible de América Latina y el Caribe,
Chile, CEPALl/GTZ, p. 23.
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